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Desde un enfoque teológico evangélico-luterano, no solo cuestiona la persona y obra de Josemaría Escrivá de Balaguer, sino también “la pretensión de atribuir al Papa la capacidad de discernir sin error la santidad de una persona”. Mediante una crítica sintética pero contundente emite un juicio negativo sobre el Opus Dei que considera un peligro tanto al interior de la Iglesia católica como para el ecumenismo. Señala también el “poder de influencia” del Opus Dei en la Santa Sede, a propósito del caso del teólogo suizo Albert Longchamp sj, “al que la Santa Sede prohibió en 1981 hablar sobre el Opus Dei”.
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